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martes, 16 de julio de 2013

Origenes del Porro

EL PUEBLO SE TOMA LAS BANDAS


En la costa atlántica las bandas, esos conjuntos musicales compuestos por trompetas, clarinetes, redoblantes o caja, bombo, bombardino, platillos y trombones, únicamente conservan su vigencia en los departamentos de Córdoba y Sucre.
Los historiadores de la región del Sinú están de acuerdo en que las bandas musicales llegaron a esas tierras a fines del siglo pasado. Para esa época, en casi todas las poblaciones había uno de tales conjuntos, que ejecutaba la música de las clases altas. Sin embargo, bien pronto las bandas salieron de los salones a las plazas públicas, al ser requeridas para alegrar las fiestas de corralejas.
Con el desarrollo de la ganadería en las fértiles tierras del Sinú, las fiestas de toros empezaron a introducirse para emulación de poderío y riqueza ganadera entre los terratenientes. Las corralejas se vigorizaron con la presencia de las bandas, ya que sus instrumentos, a diferencia de las gaitas y pitos elaborados con cañas, alcanzaban la resonancia necesaria en espacios abiertos. En estas fiestas salvajes el pueblo comenzó a familiarizarse con los nuevos conjuntos musicales y, ál mismo tiempo, los instrumentos comprados para interpretar polcas y mazurcas empezaron a cambiar su repertorio europeo por la música autóctona popular.
Es entonces cuando se presenta la maravilla que posibilita el ulterior desarrollo del porro: el proceso en el que aquellos campesinos de gran inspiración, constreñidos a la melodía de rústicos instrumentos, tienen acceso a las bandas para desplegar toda su inmensa creatividad en instrumentos de amplias posibilidades.
En los actuales estudios sobre el porro no aparece descrito este proceso. Pero es de suponer que aquellos músicos que sabían interpretar los aires auropeos ensayaron con la música autóctona y que, al mismo tiempo, los ejecutantes de gaitas, tambores y pitos iniciaron su contacto con los instrumentos metálicos de las bandas. Este cambio dio como resultado un gran enriquecimiento de los ritmos propios de la costa atlántica, entre ellos el porro.
Esta transformación del porro primitivo ocurre de manera especial en el municipio de San Pelayo. En este pueblo, donde empiezan las tierra del bajo Sinú, se moldea un porro con estructura especial, que hoy se conoce como porro pelayero porro palitiao.
Del enriquecimiento del porro, resultado de la acogida de los nuevos instrumentos, Valencia Salgado dice:
Cuando apareció la banda de viento la brillantez de los instrumentos, su alcance melódico, su riqueza armónica, desalojaron a aquellos grupos musicales de limitada interpretación melódica. El compositor pelayero debió aprender a estructurar su música popular. No abandonó los viejos aires musicales. Los acogió, los arregló, y teniendo en cuenta la multiplicidad de los instrumentos de la banda, creó, por así decirlo, un nuevo porro con estructura dinámica que llamó porro palitiao 4 .
La historia de la primera banda popular en San Pelayo la recoge William Fortich de la memoria de Diógenes Galván Paternina, el comerciante que trajo los instrumentos del exterior para formar la primera gran banda que existió en esa población. Este personaje centenario, que militó con el general Uribe Uribe en la guerra de los Mil Días, vive hoy en la miseria y el olvido en ese lugar arrinclrnado que se llama Puerto Escondido. Allí le contó a Fortich:
De Lorica vinieron a San Pelayo Samuel Herrera y José Lugo, ellos eran cornetas; dieron que iban a hacer la banda de San Pelayo; abrieron inscripciones para quienes quisieran formar parte de ella:   se inscribieron como doce, todos jóvenes [...] José Lugo y Samuel Herrera llegan a San Pelayo para las piquerias que hacían aquí los dos barrios, el de arriba y el deabajo, pero esto se acabó y dieron que iban a formar la banda. [....] Fueron comprados instrumentos viejos, empatados con cera y alambre. Yo era quien les suministraba cualquier instrumento viejo que ellos necesitaran, se los traía de Cartagena, negociaba con Colón, Panáma. Recuerdo que una vez compré una corneta; al traerla elpueblo se estusiasmó, me hacían la venia, me felicitaban 5 .
Fue así como en San Pelayo se formó la banda pionera, entre 1902 y 1903. Con los instrumentos remendados, el grupo de músicos se presentó por primera vez en el barrio Wilches, de Cereté, pueblo que no tenía banda popular y vivía en constante rivalidad con el de San Pelayo. Diógenes Galván refiere el debut de la banda pelayera:
Los Padilla, en su apogeo de influencia y dinero, pidieron la banda para amenizar una fiesta en Wilches: los muchachos no querían, pero Samuel Herrera, el músico mayor, dijo que sí iban; él tocaba corneta; llegaron en canoas y se asomaron ciertos cereteanos con burlas, chistes y rechqlas; entonces se paró Samuel Herrera y dijo: "Esta banda se llama la ‘Peor es nada‘ y maldito del que se burle de nosotros y aquí estamos para responder lo que ustedesquieran" 6
Pero si la banda de instrumentos remendados despertó gran estusiasmo, la adquisición del primer instrumental nuevo es tal vez el acontecimiento más importante en toda la historia de San Pelayo. Después de la guerra, Diógenes Galván se dedica a la agricultura y al comercio. En esta última actividad se relaciona con comerciantes franceses en Montería, quienes le encargan viajar a Francia a negociar un contrabando. Diógenes Galván vislumbra en este viaje la oportunidad para traerle a la banda pelayera unos instrumentos nuevos.
Como lo del contrabando era asunto delicado, se le dijo a la gente que el comerciante viajaba a los Estados Unidos expresamente a traer los instrumentos. Entre todos los músicos reunieron 116.000 pesos de la época. Eran los años de la primera guerra mundial, y las dificultades del conflicto no le permiten a Diógenes Galván viajar de Estados Unidos a Francia. Entonces se establece en Filadelfia, y dos años después, en 1915, logra enviar a Colombia los bombos, las cajas y demás instrumentos, con el contrabando dentro de ellos. En Cartagena los recibe otro comerciante, quien avisa a los músicos pelayeros que vayan a ese puerto a recogerlos. Los habitantes del San Pelayo, que se habían pasado esos dos años pendientes de la venida de los instrumentos, por fin los vieron llegar, relucientes, en una canoa que se deslizaba sobre el río Sinú. Todo el pueblo, agolpado en las orillas para el recibimiento, armó allí mismo la fiesta. Y cuando, al año siguiente, regresa a San Pelayo Diógenes Galván, la gente lo acoge como a un héroe, en medio de música de bandas.

SAN PELAYO: TALLER MUSICAL

Hasta su introducción en las bandas, la música tradicional se había ejecutado de manera empírica entre los grupos de gaiteros y en los bailes cantados. La teoría estaba circunscrita a la enseñanza y al aprendizaje de los ritmos de origen europeo. Los primeros criollos que impulsaron estos ritmos en las bandas fueron los maestros Manuel Zamora, Antonio Cabezas y Manuel Dechamps, quienes indirectamente sentaron las bases para el desarrollo instrumental del porro.
Aunque el porro ha sido un ritmo cultivado en toda la costa atlántica, y en Córdoba muchos pueblos como Lorica, Cereté, Ciénaga de Oro, Montería, San Antero contaban, al igual que San Pelayo, con una rica tradición musical, fue en este último pueblo, como ya se dijo, en donde este ritmo evolucionó hasta convertirse en una expresión musical nueva, con características muy peculiares.
¿Por qué en San Pelayo? Ello podría encontrar explicación en el hecho de que en esta población se conjugaron dos factores importantes. Pues si bien es cierto que muchos pueblos contaban con sus propias bandas populares, en San Pelayo se crearon bandas, y también se cultivó la teoría musical como en ninguna otra parte. No bastaba únicamente con los instrumentos metálicos para el desarrollo cualitativo de este ritmo popular. No quiere decir lo anterior que los músicos de otros pueblos no hubiesen estudiado teoría musical, sino que fue San Pelayo en donde este hecho adoptó una forma más organizada, que contó con la dirección de dos de los músicos más grandiosos que ha dado el departamento de Córdoba y el otrora Bolívar Grande: Alejandro Ramírez Ayazo y Pablo Garcés Pérez. De ahí que Ciénaga de Oro, pueblo de músicos talentosos y en donde también se estudió la música con dedicación, se dispute con San Pelayo la cuna del porro.
Fortich señala a Alejandro Ramírez como creador de la estructura del porro pelayero. Este compositor, nacido en 1883 en un pueblito del alto Sinú, creció en una familia que cultivaba la música en instrumentos como el acordeón, el tiple y la guitarra. La guerra de los Mil Días arruina al padre de Alejandro, un acaudalado comerciante antioqueño, y entonces el joven, de sólo 17 años, debe hacerse cargo de la familia. Como su padre, se dedica al comercio, actividad que lo lleva a establecerse en San Pelayo. Allí se especializa en el clarinete y pule sus conocimientos musicales con el maestro Manuel Zamora, de Lorica, uno de los ya mencionados cultores de los ritmos europeos en las bandas. Además de su consagración a la música, Ramírez Ayazo acupó puestos públicos municipales y ejerció como tinterillo. En 1967 murió en Montería a la edad de 84 años. Había recibido cheques de dos y tres pesos por regalíás de las casas disqueras.

Hoy en día no existe certeza acerca de la paternidad de los más bellos porros pelayeros que empezaron a sonar en la primera década de este siglo. Clásicos tales como María Varilla, El binde, La mona Carolina, Sábado de gloria, El gavilán, El sapo viejo, Lorenza, El pájaro montañero, entre otros, se atribuyen popularmente el ingenio de Alejandro Ramírez. Es poco probable que estos porros de gran calidad, grabados por varias casas disqueras, sean como algunos afirman, el producto de una supuesta creación colectiva espontánea.
Su calidad muestra que son el resultado de una sólida formación musical.
A lo anterior hay que agregar una rica inspiración surgida de condiciones de vida estrechamente ligadas a la naturaleza. Se cuenta en San Pelayo que Alejandro Ramírez compuso el porro El pájaro montañerocuando viajaba a otro pueblo con su banda de músicos. En el trayecto, escuchando el canto de este animal, empezó a componer la pieza, que es una de las más apreciadas del repertorio de porros. María Varilla, quizá el más bello de todos, y que ha sido consagrado por el pueblo de Córdoba y Sucre como su himno regional, fue inspirado por una legendaria bailarina que recorrió pueblos, veredas y caseríos danzando infatigable durante días y noches seguidos al son de los fandangos. No tuvo par ni en el baile ni en el amor. Agotaba bailarines y velas y murió dramáticamente como los buenos personajes que hacen leyenda, por bañar con agua fría su cuerpo impregnado del calor de las velas y del fandango.


Tres participantes bailando el porro

El binde es un modesto nido de abejorros utilizado por los campesinos para sostener ollas en los fogones de leña, pero a pesar de ello o, mejor, por esta importancia tan cotidiana, ha sido glorificado con el hermoso porro que lleva su nombre.
De estos porros no se conserva partitura original, y nadie se preocupó en aquel entonces por reclamar su autoría.
El porro pelayero o palitiao no tiene letra. Su estructura lo diferencia de otros porros, como el tapao,vigente también en Córdoba yen la región sabanera del departamento de Sucre.
Valencia Salgado, igualmente compositor de porros, describe así la estructura del palitiao:
El porro sinuano se inicia con ocho compases de danza que los viejos pelayeros llaman introducción. Melódica y rítmicamente esta parte se parece mucho a un danzón (se dice que el primer director de banda en el Sinú fue un cubano). En esta entroducción todos los instrumentos entran. Unos para llevar el asunto melódico y otros para armonizar y llevar el ritmo. Después de estos ocho compases surge lo que llamamos contrapunteo o diálogo musical entre los instrumentos de voces agudas y graves. Las trompetas preguntan y los bombardinos y clarinetes y trombones responden. Este diálogo se interrumpe con la presencia de los clarinetes que atacan la bozá. Aquí los clarinetes son dominantes. Ofrecen un recital mientras los bombardinos armonizan improvisando acordes sin salirse del tema. Bozá significa bozal, lazo que amarra. Es en esta parte donde el porro pelayero se decanta totalmente. Dicen los pelayeros: "Se amarra el ritmo ". ¡Se hace profundo, hondo! Precisamente en esta parte el bombero deja de golpear los parches de su instrumento para repiquetear en uno de los laterales de él. La caja y los platillos, en este instante, llevan el compás como tratando de copiar onomatopéyicamente brisas, roces de hojas secas, venteos de arroz en balayes campesinos, lluvia menuda... Al finalizar esta segunda parte se repite la obra, según la animación de los danzantes y la inspiración de los músicos. Termina el porro con la misma danza inicial 7 .
Los estudiosos del porro han señalado en esta estructura una síntesis cultural de nuestra nacionalidad. La primera parte, o sea el danzón introductorio, se asemeja a la música europea que bailaban las clases altas. Este danzón no lo baila el pueblo y, mientras suena, los bailarines alistan sus velas. "La segunda parte responde a las exigencias del bombo o tambora, instrumento que impone el ritmo africano, que lo influye y lo domina. En la tercera parte, cuando los clarinetes dan su recital, nos recuerda el añorante canto de las gaitas indígenas" 8.
El pueblo cordobés lleva esta música en el rincón más alegre del alma. Cuando baila al ritmo de un porro, se extasía y no sabe de nada más. Y cuando de súbito escucha en cualquier parte un porro, lanza el grito sinuano del guapirreo. Este guapipi, acompañado de nojodas, es también la exclamación de los danzantes cuando están más animados en el fandango. Los músicos ponen todo su empeño, y las bandas compiten entre sí para atraer a su alrededor el mayor número de bailarines.


4 Ibíd. (regresar4)
5 William Fortich Díaz, Historia del festival, inédito. (regresar5)
7 Guillermo Valencia Salgado, op. cit. (regresar7)
8 Ibíd. (regresar8)

Tomado de: 

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